De: La Frikipedia, la enciclopedia extremadamente seria.
Desafortunadamente, hoy en día, tenemos que hablar casi en pasado:
Una salas X era una sala incógnita sorpresa; es decir, un punto de encuentro sentimental a la aventura, una obra social de peregrinaje cultural, un teatro visitado mayoritariamente por personajes masculinamente machistas de todas las capas sociales.
Los expertos en este tema comentan entre sí, en "petit comité", que todo se remonta desde el arte pictórico de Altamira, pasando por el alfabeto arameo y las perversiones de la cliptoplutocracia.
Lo cierto es que la peña estaba más caliente que el palo de un churrero, o aspiraban a ello, pero querían más, mucho más...
Porque se trataba de eso, de aspirar, solía ser, en su gran momento, centro de una abundante vida social producto de una necesidad eyaculatoria diaria científicamente demostrada tras la suave crisis del cine de destape y la difusión masiva de tanta Heidi, abeja Maya y sobre todo la Pipi Calzaslargas.
Por esa misma razón, y por temas de pantalla cutre en la que, para abducir, se proyectaba un reportaje del Nodo y a la que, durante un largo momento, se dejaba de prestar atención.
Las salas X se utilizaron tradicionalmente para recibir visitas de Estado por lo que se cuidó en extremo la calidad del skai.
Eran lugares de confraternidad y amiguismo con gente de muy buen rollo: trileros, es decir, necesitados de todas las edades para intercambiar impresiones, conversar lo mínimo y aplicar el típico dicho de "picha española,..".
Era más habitual empatizar y firmar contratos en el único servicio que había, que por cierto era más guarro que el agua de fregar, observando por el rabillo del ojo o mostrando el rabito al prójimo de manera simpática y colateral.
Más importante que el "qué" es el "cómo" comer: cómo se trataba de estancias poco luminosas, por lo general, algunas de estas salas disponían de discretas luces a lo ultravioletas para destacar formas y contornos...
Se fomentaba algo así como un ambiente de planificación familiar muy majo; rescatemos su viejo lema: "aquí vienes dos días y ya eres de la familia".
Para festejar lo original del título, del guión y de que nadie había visto un estreno entero, las salas solían ofrecer promociones de aparatos electromecánicos de ocio, de latex y demás curiosidades.
Antiguamente, con la ausencia de aparatos electrónicos, todo se hacía rápidamente a mano o con la.. y punto. No contaba el tiempo. Cualquier instante era bueno, bonito y barato.
Y llegó la democracia y se armó. "Tranquilos que todo es un ciclo", se decía en aquellas salas que al principio se utilizaban para pasar el rato, ocasionalmente conversar, prosperar en actividades caseras, intercambiar revistas, tirarse pipas lascivamente o jugar por jugar hasta que hala..., venga... fiesta.
A pesar de no existir calefacción central, la salas X se convirtieron entonces en la estancia más cálida y tórrida del edificio y sin haber empezado la sesión. Eran tiempos felices, de convivencia y tolerancia.
Pero llegó la impotencia: surge la maldita permisividad de la tele con su exitosa serie Cine de Medianoche, la innovación y consumismo del vídeo, el retrógrado DVD, y... y... el puto ordeñador con el intercambio de archivos. Todo se volvió más individualista.
El término de salas X siempre ha tenido connotaciones de elegancia respecto al más doméstico picadero.
No en vano es este término el que se usa para denominar uno de los escenarios en donde se rodaban la mayoría de las escenas.
Actualmente, gracias al apasionante mundo de la electrónica, la distinción entre ambas expresiones es posible pues se mezcla el concepto de salas X, tanto para la función pública como la privada.
Sea la que fuere se trata de continuar la costumbre más antigua del mundo y demás expresiones, en el salón de casa, y con el casco virtual puesto que mola más.
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